jueves, 17 de agosto de 2017

Maldito. (2)

[Primera parte]

[Pollo. Arroz. Refresco.]

[Cerveza, vodka, jugo de naranja, otros fluidos que no reconozco.]

[Mi vomito se derrama en el oscuro asfalto, haciendo un remolino de colores indefinibles. Me limpio la boca con la manga, sintiéndome más quebrado que antes. Subo la ventana del taxi otra vez y miro a la radio. No hay nada que me diga la frecuencia, o si sigue funcionando.]
[Pero la estática persiste. Ese siseo entrecortado que viene del transmisor.]

[Lo tomo, y tragando saliva aprieto para responder.]

[¿Hola? ¿Hay alguien allí?]

[Nada. La estatica no da respuesta.]

[¿Alguien está pidiendo ayuda? Puedo escucharte, responde; le digo lo más claro que puedo.]

[La estatica se calla. El silencio sepulcral otra vez.]

[Observo el microfono de la radio en mi mano, esperando una respuesta que nunca llega. La ansiedad me ahorca en el asiento mientras analizo lo que acaba de pasar.]

[Despierto, como si de un sueño febril se tratase cuando algo vibra. Mi mano instintivamente va hacia mi bolsillo y saca mi celular.]

[1:35 AM. Sin notificaciones.]

[Algo vuelve a vibrar. No es mi celular. Viene de debajo del asiento.]

[Me doblo hacia abajo para ver la pantalla de otro celular encendida. Con cierto esfuerzo, logro recogerlo y en la pantalla se lee: "dos mensajes no leídos"]

[Un fuego frío toca cada centímetro de mi espalda. Y por alguna razón, como una fuerza extraña a mi mano, desbloqueo el teléfono para leerlos.]

[77-04, Calle 42 con carrera 26; dice el primero. Me ubico en un mapa imaginario, pero la verdad es que nunca he ido por esa área.]

[El segundo mensaje me termina de dejar sobrio.]

[Ella está aquí. Trae la pieza que dejé en la guantera. No lo arruines.]

[Puedo sentir como mi garganta se seca de golpe y trago con dificultad. Temblando, trato de alcanzar la guantera. Con miedo de saber qué es esa pieza, la destrabo cuidadosamente.]

[Un montón de folletos y deudas se hacen borrosos a un lado del enfoque con el que observo la pistola, que sale del compartimento casi cayéndose a la alfombra.]

[En mi mano, el metal negro se hace frío y huele a aceite. Hago un movimiento que he visto en peliculas, y en el compartimiento superior veo una bala cargada. No sé cuantas tenga.]

[Ni siquiera sé porqué la sostengo.] 

[No sé porqué robé el auto, porqué conduje lo más lejos que pude ni porqué me estoy ponderando si debería chequear la dirección o no.]

[Por alguna razón, se ha formado una niebla azul que se difumina por toda la calle. Me reclino en el asiento del taxi derrotado y exhausto.]

[La niebla se hace casi tan espesa que parece humo. Su color me relaja, me hipnotiza y solo veo las luces oscilar a través de ella.]

[Vuelvo a encender el carro, y comienzo a conducir sin rumbo. Pueden haber pasado horas, días. No sé cuanto tiempo estuve hipnotizado por la niebla azul, cubriendo las pocas luces, las calles y mis sentidos.]

[Y alguna clase de perfume en el auto se esparce, un olor dulzón que es como su tacto, algo tibio, acogedor y eterno.]

[Puedo sentir su cuerpo debajo de la lencería. Sus senos de promedio perfecto, sus caderas curvilíneas. Me quita las manos del volante y las guía por su abdomen hasta su rodilla para subirlas lentamente hacía su cuello. Un cuello de cisne, frágil y delgado; casi de cristal.]

[Se acerca a mi oreja, su aliento roza tan cerca que me hierve la sangre. La necesito. Ahora. Sus labios se humedecen y su voz empieza a murmurar algo.]

[Ayúdame.]

[Algo se quiebra, algo se lanza ruidosamente a las oscuras aguas de esta ilusión. Algo grita sin voz.]

[Es como si despertase de un sueño dentro de otro sueño. Miro la calle y aunque está a oscuras, puedo notar que las casas son diferentes a dónde estaba. El carro está apagado, y la llave no está. En mi bolsillo siento el peso de la pistola y mi reloj se ha detenido en las tres y cuarto de la mañana. Puede que sea más tarde. Puede que el sol nunca vuelva a salir.]

[Salgo del auto y un olor a cenizas se esparce por el norte de la calle. Por alguna razón, me dejo llevar por el olor que al final identifico como incienso. Mis zapatos suenan en el asfalto como las marcas de un vinilo viejo que se reproduce una y otra vez.]

[Sé que me ve caminar como un ingenuo, llevado una vez más por mis deseos. Por mi sed de calor humano. De ser abrazado y no tener que dormir solo otra noche más. Se ríe, y todos sus dientes son la única fuente de luz en la que por otro lado sería una oscuridad absoluta.]

[A lo lejos, puedo escuchar un piano viejo. Tocando una canción de época. Y una vela se enciende en el piso superior de esa casa.]

[Una sombra se proyecta en la ventana, como si me observase.]

sábado, 12 de agosto de 2017

Maldito.

[El mundo es un montón de imágenes antepuestas una tras otra. Todo se difumina, se dobla, se estira y encoge de una manera irreal.]

[Son cerca de las una de la mañana mientras me tambaleo por las escaleras de ese condominio que no conozco y al que vagamente recuerdo haber llegado. La cabeza me palpita y los oídos me quedan sordos de la fuerte música. Se me hace difícil mantener los ojos abiertos. Estoy exhausto y las extremidades me gritan con cada paso incierto.]

[La fiesta del que se sienta frente a mí en el trabajo, el cumpleaños de una secretaria, la despedida del tipo gordo de estadística. Realmente no me acuerdo. Todo es borroso.]

[El taxi se estaciona en la entrada, como le pedí. Tomo el asiento del copiloto y veo su evidente enojo. Le digo entre balbuceos la dirección, y empieza a rasgar la oscuridad con sus faros al conducir.]

[Algunas partes de la ciudad aún respiran. Viejos sin miedo a morir, adictos buscando su dosis o sobreviviendola caminan sin rumbo por las sucias y poco iluminadas aceras. Prostitutas a cada cinco esquinas. Un vendedor se esconde de una camioneta de la policía en la entrada de una iglesia.]

[La radio del taxi comienza a hacer ruidos ininteligibles. El chófer levanta el transmisor y habla con él. Comienzo a identificar voces que dicen calles, numeros y otras cosas para las que estoy muy fuera de mis sentidos para llegar a importarme.]

[Aún estoy lo suficientemente consciente para darme cuenta que toma una calle inesperada. Me digo que a lo mejor toma un atajo y procedo a seguir catatónico. Pero empieza a bajar la velocidad hasta parar frente a una casa de rejas negras y paredes blancas, como un ajedrez. Desde afuera, las luces se ven apagadas.]

[Siento un vacío en el estómago. Como si una mano con garras me lo estuviese apretando.]

[Tengo que buscar algo; dice el chófer. Ya regreso; completa, con un acento cubano muy marcado. Se apea del auto y da tres golpes en la reja. Alguien, no sé si hombre o mujer, mueve su silueta de sombras en la puerta para abrirle. Siento que me observa, así que miro a otro lado para ignorarlo.]

[No está cuando vuelvo a mirar, y las luces de la casa siguen apagadas.]

[Trato de componerme un poco y aprovecho de mirar alrededor. Hay postes encendidos a la distancia, pero esta calle específica está en completa oscuridad. Como la boca del lobo. No hay gente hablando, no hay perros ladrando. Ni el sonido debil de un televisor. Es un silencio tan absoluto, que puedo escucharme tragar y el ruido es ensordecedor.]

[Hsssssssss...]

[La radio con un ruido de transmisión se enciende sola y escupe estática debil. La miro fijamente, pero me imagino que no llega a recepción aquí así que sigo mirando la casa, tratando de vislumbrar algún movimiento.]

[Hsssssssssmesssssssssss...]

[Hay algo definitivamente en el jardín. Que se mueve en el rabillo de mi ojo cuando los muevo en la dirección contraria. No hace ruido, pero pisa la grama.]

[Hsssssssfassssssssssssdamessssss...]

[La estática se acentúa un poco más y oigo lo que parece ser una voz pero no distingo lo que dice porque estoy pendiente del jardín. Es algo vivo, lo sé. Una criatura. Si dios existe, espero que sea solo un animal.]

[Hsssssssssssssssporsssssssvorssssssssssayussssssss...]

[La radio dice definitivamente dice algo, pero no puedo dividir mi mente en dos para estar vigilando a lo que sea que ronda en el jardín.]

[Empieza a gruñir. Me observa y sabe que sé de su existencia. Unos colmillos tan blancos como la nieve son lo único tan distinguible.]

[Son tantos. Cada uno más afilado que el otro. Dios, por qué son tantos.]

[Me sonríe.]

[El sonido del acelerador quiebra el silencio mientras pongo la palanca en quinta. No me importa que me esté robando el auto. No me importa el chofer. No me importa saber dónde estoy.]

[Solo alejenme de esa maldita cosa. Solo no me dejen ver esos dientes otra vez. Jamás.]

[Conduzco por lo que parecen distritos enteros hasta parar bajo un poste de luz encendido. Sudo demasiado, el reflujo está a nivel de mi esofago. Mi respiración está en frenesí.]

[Hsssssssssss...]

[La voz de mujer dice mi nombre. La luz del poste parpadea.]

[Y en un chasquido, se apaga.]

[Hssssssporsssssfavorsssssssayussssdamessssssssss...]

sábado, 15 de julio de 2017

Soy un refugiado. De la lluvia de mis propias preocupaciones.
Escondido en la cueva de mi propia oscuridad.
Donde soy solo yo, y el sonido del agua cayendo más allá.
Detrás de un bosque, escondida por una extraña nave espacial.
Con la que volaba los cielos, buscando respuestas y una identidad.
Guardo la espada que brilla en la oscuridad. Trueno mis viejos dedos que resuenan en el eco.
Una voz que no dice nada especial, el fantasma de un pantano.
Y en las noches, el agua no para de caer. Y a veces salgo a admirarla.
Brillos que caen como pequeños meteoritos. Pedazos fosilizados de polvo estelar.
Y cada una de sus gotas susurra tu nombre, el cual nunca puedo recordar.
Un relámpago impacta a la distancia, murmurando una exclamación que es inútil ya.
Animales guardándose, insectos que se rehúsan a volar.
En mi mano aprieto algunas gotas. Digo que voy a cambiar.
El relámpago se atreve de nuevo a sonar.
Mi mano se cierra más.
Una oportunidad perdida trae el viento de esta noche.
Mañana no sé.
La nave sin energía, se enciende.
Y una motivación muy extraña toma lugar.
Un propósito me mueve, y cuando entro y me siento,
La compuerta de la nave se cierra tras de mí.
Segura de a dónde nos dirigirá
 

sábado, 13 de mayo de 2017

Noches en el laberinto. (II)


Nota del autor: Ha pasado tiempo. Y muchas cosas.

II

«Por más frívolo que suene, la vida no es como una película. Lejos de serlo.

La vida no tiene saltos de tiempo a la próxima escena importante, no tiene momentos de tensión con música dramática, no tiene cortes de escena cuando a uno de sus personajes le ocurre algo triste. Y, ciertamente no hay un deus ex machina o una epifnia que resuelva todos los problemas y ate todos los cabos sueltos que han ocurrido hasta ahora.

La vida, solo es. Lineal, lenta, efímera y aburrida. 

Siempre le he tenido miedo al hecho de perder algo dentro de mi mente, o de tenerlo. Siempre me da miedo pensar en que el presente, no es presente cuando lo pienso; sino un momento que ya pasó al que le digo "presente". Que todo lo que vivo y siento se desaparece en lapsos de reposo, y que un dia ese reposo será eterno.  

Y la lluvia siempre está allí. Sea una película, una novela, la vida, de noche o de día, la lluvia nunca cambia. Siempre es motivo de reflexión, de dejar ir todo el mal que nos acompaña minuto a minuto. No importa lo que pase, la lluvia sigue mojando tu cara, empañando el vidrio de nuestras almas, reluciendo a la luz; dándole a la vida un sentido quizás inexistente en cada gota que cae del cielo nublado. 

La lluvia es el único recuerdo eterno.»

La mecedora de la abuela de Nico resuena en las paredes de su cabeza mientras él la mira en pijamas de Looney Tunes. Hay una interferencia en el flashback y recuerda dónde está parado.

"Mi abuela dejó eso en su testamento. Y ni una palabra he olvidado." dice Nico con la voz seca y un poco apenado de hablar tanto.

Ella lo mira unos milisegundos y se ríe suave, pero con ganas.

"Es una forma de flirteo que jamás he visto. Pero definitivamente tienes mi atención, hombre del buen whisky."

Las gotas de condensación del whisky mojan sus dedos mientras busca su siguiente paso con la ejecutiva que miraba la ventana, y ahora lo mira a él con cierto desdén y curiosidad. Sus rosados labios y sus ojos avellana hacen estremecer una parte muy olvidada de su alma. «¿Te... importa si me siento a tu lado? Posiblemente no buscas conversación, pero...» Ella levanta una pulcra manicura y lo detiene.

«Por favor, siéntese. Disfrutaría la compañía de un agradable desconocido, y al parecer ya nos empató alguien más.» Nico sigue su mirada al viejo "minotauro" (como salía en una calcomanía en su camisa). Le lanza un guiño mientras lava un vaso de cristal.

«Este... Bueno, gracias.» Acerca el banquillo y ella le ofrece la mano al sentarse. «Alexandra, pero llámeme Álex si lo prefiere.» él la estrecha y siente un calor reconfortante en su tacto. «Nico. Nico a secas.» responde.

«Bueno, señor Nico. Es un placer. Gracias por el trago.» dice ella.

«El placer es indudablemente mío. Veo que viene del trabajo, ¿qué...?» Nico es interrumpido por un fuerte olor a químico, una colonia muy fuera de lugar en cualquier situación. La peste toma esencia y le bloquea la vista, dándole la espalda. Se le tensan los músculos de las manos y le arde la herida del pecho al darse cuenta de lo que ocurre.

/////

—Hola, princesa. Te sentí aburrida desde la otra mesa, así que vine a tu rescate. El nombre es Dani. ¿Me das el tuyo con tu número?

¿Qué coño acaba de pasar? Es como si alguien acabase de frotar una botella de AXE y apareció este. 

—Um, yo...

Alarga la mano y siento que me agarrará una teta. Toma el carné de la oficina y lo levanta para violarlo con la vista, como ya hizo con todo lo que mira.

—Alexandra Lugo. No es bonito el apellido pero siempre hay cambio de nombre. Dime, Alexa, ¿y si te invito unos shots y nos conocemos más profundamente? — Hasta la boca le huele a colonia, coño. Y odio que me digan Alexa.

—Mira, yo...

—Disculpa, estaba hablando con ella. - Dice Nico atrás de él con un tono cordial agrietado.
 
El zorrillo se mueve de modo que yo también veo a Nico con su sonrisa de "no quiero problemas" pero en las manos se le ve el "Noche equivocada hermano." Zorrillo habla.

—¿Ah sí? No me lo parecía a la distancia. Parecía que está es tu primera interacción con una mujer aparte de cuando seguro le pegaste a tu madre para quitarle plata. Mira, toma unos billetes y cómprate una bolsa de Perico para que te alegres la vida. - Se saca unos billetes y se los tira a Nico. - Y otra chaqueta, ya está vio mucha acción.

Veo a sus compinches reírse, y Nico mira en su dirección también. Antes de volver a dirigirse al Zorrillo, noto que una muchacha no se está riendo. Solo tiene los ojos muy abiertos y el ceño fruncido. Todos los otros del bar se quedan mirando en silencio a Nico.

—Mire hermano, primero si fuera a comprar el perico se lo compraria a usted que se le ve que no se aguanta a sí mismo de lo poca cosa que es. Segundo, la regla normal es que si hay dos personas hablando, te quedas en el fondo metido en tus asuntos si no tienes nada con ellos. Ahora mismo, por ejemplo. - Nico ya no tiene máscara, es solo frialdad en sus ojos verdes mientras todavía habla en tono neutral. Mi ex solía ponerse así, y da miedo qué tanto sus semblantes se parecen.

—Bueno, maldito. Yo...- Cuando se empieza a encender el zorrillo, la chica asustada lo agarra por el brazo. 

— Daniel. Ya está bueno. Adrián dice que este bar es aburrido y que nos vayamos a uno de los del centro. ¿Vienes o no? - Está haciendo mucho esfuerzo para no mirar a Nico.

Daniel se arregla la chaqueta, el pelo y se aleja. Se voltea una vez para mirar a Nico con una mano en un costado de la chaqueta, que antes de poder abrir la boca, le responde con una voz como la piedra.

—Intentalo. 

La cara de Nico estaba expectante, como si le divirtiera un poco el hecho de que fuera a hacer un movimiento. A Daniel le baja una gota de sudor por la sien y se va con la chica y sus compinches por la puerta de enfrente. Nico gira la cabeza hacia el viejo.

—Perdón Minotauro, no era mi intención que pasara algo. — El viejo mueve la mano quitándole importancia.

Lentamente devuelve su atención a mí. Sus ojos ahora brillan un poco más y vuelve a su rostro calmado. El que no es una máscara.

//////

Minotauro le trae una toalla y ella se seca el cabello, hablando de cómo llegó del trabajo al bar. Nico también cuenta de su extraño tropiezo en la desesperación.

"Eso iba  preguntar antes de que Abercrombie apareciese. ¿De qué trabaja?" pregunta él.

"Trabajo de abogada en una empresa que hace las de Robin Hood. Excepto que le quita  los ricos para hacerse más ricos ellos. Llevo solo un año pero ya vi su transparencia" Se lleva a los labios el vaso y toma un largo trago.

"¿Hablas de Quintero y Socios?" -Ella asiente extrañada- "Conozco a los dueños. Financian un poco nuestras actividades."

"¿Qué haces tú para vivir?" le pregunta, inclinando la cabeza en genuina curiosidad.

"Trabajo para una red de investigadores privados. No dependemos unos de los otros, pero nos cuidamos las espaldas"

Nico no amagó. Sabe responder con naturalidad a una pregunta que le hacen con tanta frecuencia y se debe mentir bien con la misma. 

"Ya veo. Por eso no retrocediste con el arma del chico. Por un momento pensé también que eras policía." 

"Bueno, en realidad hubo una etapa de mi vida muy extraña en donde pude llegar a ser detective hasta que me vi envuelto en un asunto sucio y salí antes de estar embarrado. Fueron cerca de 3 años de uniforme azul en el este de la ciudad."

"Vaya, eso es sorprendente. La verdad es que conozco a alguien en la fuerza. Ahora sería el capitán de la división de homicidios." La cara de Alexandra se tensó un poco y por la dirección de sus ojos al suelo, Nico detectó sus sentimientos respecto a esa persona.

En secuencia, un saxofón suena al fondo del local. Una simple simulación de una computadora, pero es igual de impactante para el alma. Un sonido que parece dejar todo en silencio, excepto su cantar. Abraza a Nico por la espalda y le susurra sobre esa persona otra vez, un carámbano de memoria que cae por su ya expirada longevidad.  

Ya había escuchado esta canción. El filme noir que es su vida corre por los fotogramas. Sin embargo, una proyección se antepone sobre otra. Es algo que dijo Alexandra que lo lleva de nuevo al olor del café a las dos de la mañana, los flashes rojos y azul, y el sonido de la colt de policía destrabando el seguro.

"El cabello es de ella. No hay duda de eso, su señoría."

¿Era posible? Nico trato de escucharla hablar de su asqueroso ambiente de trabajo, pero lo último que dijo había resonado en sus pensamientos. Algo estaba fuera de lugar en el hecho de que su amigo fuera capitán de homicidios. Al menos no dejaba tranquilo el recuerdo neblinoso del color azul celeste que tenía de hace tantos años.

No. No podía ser la misma persona.

”Nico."

Alexandra lo agarro suavemente por la muñeca y lo trajo devuelta a tierra. "Minotauro preguntó que si querias otro trago. ¿Esta bien si pedimos cervezas? No quiero embriagarme tan rápido." Sus ojos avellana brillaron en preocupación y sintió su corazón caliente un segundo.

“Ah... Sí. Perfecto." Hizo una seña de OK al viejo y este sacó dos botellas que deslizó hacía ellos. Estaban heladas. 

Nico toma un largo trago como si no hubiese bebido  hace días y se agarra con la mano el cuello donde la tortícolis de dormir en el suelo le pega. 

"¿Estas bien?" Ella posa su cálida mano sobre su muñeca y él se regocija un poco por dentro. "Te me fuiste lejos por un minuto."

"Lo siento. He dormido poco." Se mantiene en silencio unos segundos y vuelve a mirarla. "Sé que esto sonará raro, pero, vi que te molesta hablar de esa persona en el departamento de homicidios."

Ella prueba su cerveza. No ha retirado su mano. 

"Sí, bueno. Es mi ex-esposo. De hecho te pareces un poco a él. En tu fría mirada." Se quita los lentes por primera vez y los engacha al pliegue de su camisa. Nico siente como su mirada despierta algo que llevaba mucho tiempo dormido.

"¿Podrias hablarme de eso? Dicen que ventilar los viejos traumas es bueno para el alma." 

El saxofón cambia de melodía.

////////

Ricardo fue lo mejor que me había pasado en años. De verdad.

De adolescente, fui bastante mala en el amor. Dejaba a solo gente tóxica andar conmigo y estudiar no era lo mío. Nunca lo fue. Pero de alguna manera, pase mi carrera sin mucha motivación.

Lo conocí cuando era asistente jurídica y estaba terminando mi último año. Era un simple policía de barba de tres días y lentes oscuros. No me causó mucho interés la primera vez que lo vi, si te soy sincera. Pero había algo en la manera en que se refería a mí como "señorita" que me sentía dignificada cada vez que me lo decía. Nuestra primera cita fue comer perros calientes en su carro y es una noche que nunca olvidaré. Compró unas cervezas y después de un rato nos estábamos encamando en su casa, un apartamento de tres al cuarto en el centro.
 
Literalmente, si me hablases de cualquiera de sus características sin conocerlo me causaría hasta repulsión. Pero era él. Él destilaba un aura totalmente hipnotizante que lo hacía el protagonista de toda situación. ¿Recuerdas cuándo hable de que me recordabas a él? El jamás se enojaba, sino que simplemente era un fuego pálido en su mirada que decía que estaba molesto. Pero nunca lo vi actuar más allá de la lógica. 

Su amor por mí era verdadero, y yo me sentía real por primera vez. Sentía como nada podría dañarnos, cómo me sentía solo de él. Nos casamos por civil y tuvimos una ceremonia con nuestra familia y amigos en un hotel carísimo que casi dura dos días si no fuera porque nos sacaron. Duramos dos años juntos.

He olvidado casi todos los momentos que estuvimos juntos aparte de los que tengo en fotografías que aún no he quemado. Pero viajabamos más que todo al bosque porque es mi lugar favorito. Un día lo vi, muy temprano, mirando al lago. Duró en esa posición, parado en la orilla por unos 45 minutos. Lanzó algo muy lejos dentro del lago, suspiro ruidosamente y se volteó devuelta al campamento. Nunca le dije que lo vi ese día, pero todo fue en picada desde allí. Dejamos de tener sexo. Llegaba noches al azar, oliendo a whiskey barato sin decir ni una palabra. Sabía que odiaba a los borrachos. Y no respondía mis llamadas aún si era una emergencia.

Prefiero saltarme lo que pasó hasta que firmé el divorcio porque se hace muy doloroso. Al final una amiga se encargó de llevar nuestros trámites y eso fue el final. Y la única amiga con la que he hablado en dos años. Preferí recluirme de la gente por al menos un año hasta que al cierto tiempo comencé a recobrar confianza en la gente y hasta salí un poco con unos cuantos hombres. Pero nada más que una o dos noches porque la mayoría me aburrían.  Todo empezaba a verse bien, logré a olvidar a Ricardo con mucho empeño. Pero aún así el azul de sus ojos vive en mí y su tacto lo sigo extrañando en las noches. Siento que lo quemé muy rápido pero en el veía algo que siempre pensé me hacia falta. Aun no sé qué es. Y no hemos tenido contacto desde que firmamos.

Al final recordé que hablaba con Nico y giro la cabeza a mirarlo. Me miraba con la cara de piedad que me dieron muchos de mis amigos y familiares. Le hice una media sonrisa y tome otro sorbo de cerveza.

- Eso es...vaya. No puedo imaginármelo. Es...-no supo qué decir y se fue apagando. 

Sin darme cuenta puso su mano sobre mi hombro y se acercó más. 

- Lo lamento. De verdad. -Susurró estas palabras y su olor a colonia mezclada con otro olor que no pude descifrar me llenó la nariz. Pero era agradable. Era cálido.

 Sin más pensarlo me acerqué a él y nuestras caras encajaron en un beso. No sabía nada de este hombre. Ni siquiera si podía confiar en que no fuese un psicópata, pero algo hizo click cuando el me habló. Algo que parecía imposible. Sus ojos verdes eran la antítesis de los de Ricardo. Reconfortantes. Reales. Liberadores. El hecho de que simplemente existiese, me daba paz. 

Nico regresa a su posición en el asiento pero se agarra una costilla. Mi teléfono empieza a sonar con unos mensajes y él se incorpora. 

-Debo ir al baño. ¿Me disculpas? - Antes de irse se detiene y me dice: no te vayas.

-No lo haría -le respondo cuando no puede escucharme.
 
//////////

Nico se mira el corte en el espejo. Le pica, pero tendrá que esperar que cicatrice porque es muy superficial. 

Se lava la cara y mira su reflejo. Se dice que hace algo malo, muy malo. El simplemente conocer a esta mujer va en contra de sus principios y todo lo que Ricardo hizo por él. Pero Ricardo lo abandonó. Y no tiene porqué hacerle caso. Suspira motivado y vuelve al bar luego de secarse la cara. 

Su bolso está ahí. Su bebida también. Pero no hay rastro de ella. El estómago se le hace un carámbano de hielo. 

Cerca de la entrada ve un brillo. Y el minotauro lo mira del otro lado de la barra regresando de la parte de atrás. Ambos van hasta el brillo. 

Su teléfono está en el suelo. Pantalla resquebrajada. 1:34 A.M. Y unos suéteres se cayeron.

"Alguien tumbó esos suéteres." Dice Minotauro.

"Y es mucho daño en la pantalla para solo dejarlo caer." responde Nico. 

Agarra el picaporte para salir, pero Minotauro lo detiene. Se saca una navaja del bolsillo del pantalón y se la da. "Lejos, por favor." le ruega.

Nico toma la navaja y sale. Ya no llueve. 

sábado, 22 de abril de 2017

Andrómeda.

¿En qué piensas?

Bosques difuminados en la neblinosa distancia.
Montañas tan altas que ocultan el sol.
Calles desoladas, zonas verdes como la tranquilidad.
Pequeños fragmentos de luz a través de una botella.
El sonido de las olas, un soneto taciturno.
Viento sin direccion que besa mi cabello.
Sueños incompletos.
Tactos olvidados.
Voces desvanecidas con el tiempo.
Nombres borrados en el recuerdo.
Almas enterradas en la nieve.
Figuras desdibujadas en un desierto.
Descripciones de un lamento sin nombre ni tiempo.

De dónde vienes, a dónde irás.
Andrómeda, no es tu primer paseo por mi cabeza.
Andrómeda, no es la primera vez que conmigo dormirás.
Andrómeda, has desaparecido pero siempre reencarnas.
Andrómeda, tú ya estabas cuándo nací.
Andrómeda, no morirás jamás.
Te veo en mis momentos de soledad.
Recuerdo tu sonido al despertar. 
En ti veo calidez, aquella que siempre trataré de replicar.

¿En qué sueñas?

Ser feliz.
Ser completa.
Ser encontrada.
Dejar de buscar.
Llorar y perdonar.
Olvidar y superar.
Conocer aquello que me llama.
Caminar y seguir soñando despierta.
Vivir del arte.
Continuar adelante.
Quizás poderte recordar.
En momentos que piense en las estrellas.
En el humo del café por la mañana.
En la oscuridad segura de mi anochecer.
En las sombras que hace el agua sobre la pared.
En los consejos de alguien más.

Y cuánto tiempo ha pasado.
Perdido en traducciones.
Atrapado buscando el norte.
Sigo sin saber.
Callo para responder. 
Cuento las gotas en la ventana.
Admiro las luces al pasar.
No veo al tiempo. 
Y también este ha olvidado que existo.

Porque esto es todo lo que somos hoy y mañana. Porque solo somos un montón de experiencias que no podemos recuperar. Porque ponemos nuestro pequeño grano de arena, esperando cambiar. Y aún cuando nos conocemos, volvemos a viejos hábitos que terminamos odiando. 

En palabras de aliento vivimos, en nuestras prisiones mentales y zonas de confort nos restringimos. Muchas veces, simplemente no hacemos nada. Queremos llenar lienzos en blanco. Ser color, ser luz. Y quiero pensar que lo podemos lograr. O de que moriremos intentándolo.

Porque somos humanos y nuestra pequeña galaxia individual.

Y tu siempre serás Andrómeda.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Noches en el laberinto. (I)

Las historias comienzan de muchas maneras.
En el rompimiento de un amor, en la llegada de alguien nuevo, al perder a alguien, cuando te dan un artefacto raro o luego de que ocurra un evento insignificante que haga un efecto de bola de nieve en donde ocurrirá todo.

Este...no comienza tan cotidianamente. O quizá sí, si lo vemos desde el punto de vista de nuestro dormido protagonista. Vamos a llamarlo... Nico. 

La alfombra se siente picosa contra su cara y tiene un olor extraño. Todo tiene un olor extraño. Nico es un obsesionado con la limpieza, y a partir de esta característica, es que siente que no está en su hogar.

Nico lentamente abre los ojos y lo primero que ve es una bombilla de color amarillo, colgando del techo, que está al borde de fundirse. La bombilla empieza a parpadear en intervalos de milisegundos, dando sus últimos minutos. El techo es de un color blanco amarillento, parece que nadie lo ha pintado en mucho tiempo; le han empezado a salir escamas. Nico recuerda dónde está y le molesta haberse quedado dormido.

“Al menos no manché el techo” piensa Nico, "Esa no me pasa siempre."  

Se frota los ojos, se apoya en su mano izquierda y se sienta en el suelo, que fue dónde despertó. Hacía calor y la bombilla aún trataba de aferrarse a la vida. Cuando miró hacía la puerta, el objetivo de su contrato estaba en el lugar donde lo había dejado, con una bala en la cabeza, sentado en la única silla decente del apartamento. Nico suspira en alivio, pero hay un borrón raro en su reojo. Hay algo más de lo que el sueño lo despista; gira la cabeza ante el borrón y casi, casi se asusta. La mujer, novia del objetivo, estaba de espaldas a unos metros de distancia de él. Una hemorragia bastante fea salía de la parte posterior de su cabeza. Si levantabas la mirada, verías algunas ráfagas de sangre en la pared, llevando a un punto singular ya seco; que era el punto de impacto de la hemorragia de la mujer.

Nico puso en orden los eventos que llevaron a esa pintoresca escena.

Eran las 8:00 PM cuando había dejado su casa y tardo 20 minutos en llegar allá. Había llegado a este edificio de mala muerte cuya recepción estaba totalmente vacía con un olor a cloro industrial. Uso el ruidoso ascensor para evitar encuentros,  forzó la puerta del apartamento 321 y encontró a su objetivo haciendo maletas. Trataba de escapar antes de ser encontrado. Lo miró como si hubiese visto al diablo mismo. Nico tomo la ventaja del factor sorpresa y lo aturdió antes de que pudiera responder. Lo echó en la silla, lo inmovilizó con un zapato en su entrepierna, y mientras cargaba la pistola lo oyo pedir disculpas y piedad a gritos. A Nico no le podía importar menos, porque sabía que este hombre había matado una familia de tres en un golpe a la casa de un ex-policía por unos billetes ensangrentados, el mismo que firmó contrato con él para no ensuciarse las manos. "Astuto, sí señor." reflexionó Nico. 

"¡Por favor! ¡Le devuelvo la plata, me entrego a la cárcel! ¡Pero no quiero mo-"

Un grito cortado a la mitad, un fogonazo silenciado y un cuerpo poniéndose tieso. Eso era todo. El trabajo estaba hecho. Nico bajo su pierna, lo miró unos segundos y suspiró cansado.

Pero escuchó el sonido de unos pies arrastrándose tras él y sabía que la noche iba a ser larga.

Se le echó encima, y es casi como si la hubiera dejado hacerlo. Solo por ver que pasaba. Logro quitársela de encima y vio que era una mujer de unos treintaytantos, con un montón de maquillaje. Cuando la lanzó al suelo de la cocina de ese apartamento tan pequeño, ella tomo un cuchillo y empezó a tratar de cortarlo. Nico retrocedía mientras le hacía cortecitos en los antebrazos. No fue hasta que se tropezó con una mesa que ella le abrió un tajo en la piel de las costillas, largo pero superficial; junto con los otros pequeños en sus brazos que sintió adoloridos al despertar. Nico cayó al suelo y ella se le lanzó otra vez.

Había tomado terreno e intentó una estocada a la carótida, arrodillada en la alfombra con Nico deteniendo su brazo y la punta de la hoja muy cerca de su cuello. Sus ojos eran de pura locura, pura rabia, eso le dio un repelús interno.Sintió el contacto entre su pie y el vientre de ella y la lanzó contra la pared con una patada.

Hay un tritono de sonidos secos y ella está boca abajo en el suelo y hay un punto ensangrentado que gotea por la pared. Solo quedan los resoplidos de Nico rompiendo el silencio, y es cuando se da cuenta de que ella no va a levantarse, que se acuesta en la alfombra. "Eso estuvo cerca" 

Dura con los ojos abiertos por 40 segundos nada más. Estaba tan cansado. Llevaba buscando a este tipo dos semanas enteras, tratando diferentes fuentes y lugares hasta que dio con él.

Tan...cansado.

El sueño sobre esa alfombra vino como una mujer en una noche gélida y sin luna. 

Ahí estaba el masivo punto rojo de sangre con sus gotas ya secas. Los cortes en la chaqueta y camisa de Nico, y aquel otro que comenzaba a molestar un poco demasiado en el tórax. No sabe qué hora es, pero igual no hay tiempo que perder. Pone su mano en la misma mesa que lo hizo caer.

Se levanta, mira a los cuerpos y se sacude las ropas. Pasa por encima de la mujer y enfrente del hombre.

El foco muere de repente. Oscuridad morada con la luz de luna que entra por la ventana de la cocina.

Y cuando iba a tocar el pomo de la puerta, al otro lado hubieron toquidos, o más bien intentos de derrumbar la puerta.

Nico no quería saber en absoluto.

Retrocedió y empezó a buscar otra salida. La ventana aleteaba sus cortinas con el viento hacia la oxidada escalera de incendios.

No era una salida glamorosa. Pero trabajas con lo que tienes.

/////

Pausa. 

Solo hay negro. El mundo es negro. 

Calidez en mi mente. Frío en mi cuerpo.

Hay frío. Y olor a tóner. Y un poco a mi saliva.

Espera, ¿qué?

Me... quedé dormida. Otra vez. La luz de la pantalla fríe mis ojos con ayuda de las del techo. Levanto la cara (con dificultad) y veo el documento que hice con una montaña de puras A porque dejé un dedo en el teclado. Un papel se me pega a la cara cuando me incorporo y mi aliento huele horrible. 

—¿Se despertó? - oigo la voz de Lila, la conserje de este piso. Me estiro y volteó mi silla hacia ella.

Ahí está, con su uniforme gris y el pelo recogido en una cola. Sus ojos jade brillan aún a la distancia.

— Sí, señora Lila. Disculpe hacerla preocupar. ¿Qué hora es? - respondo entre bostezos.
—Son casi las 11 niña. Deberías estar en casa. Tanto trabajo no hace bien a la mujer.
—Señora Lila, estamos las dos aquí a la misma hora, ¿y soy la que trabajo mucho?

—Ah, pero tú no te tomas descansos entre cada hora y te robas las donas de la sala de descanso.

—Bueno, resuelto el misterio del ladrón de chucherías.

Las dos nos reímos con fuerza. Veo el paso del tiempo en la cara de Lila y recuerdo que es la única que me ha tratado mejor que cualquier basura elitista/sexista en este edificio. Mejor que los se hacían mis amigos y disimuladamente me agarraban el culo. Si yo trabajara para ella, ni siquiera dudaría. 

—Tranquila, Lila. Primero muerta y sin maquillaje que a delatarla. Y sabemos que no hay micrófonos.

—Por ahora. Mija, en serio váyase a su casa. La calle no está para salir tan tarde y menos si no se divierte. Yo me iré detrás de usted cuando mi esposo me busque.

—Muy bien, suena justo. - recojo mis cosas mientras Lila pone las cosas en el cuarto de suministros más cercanos - Buenas noches, señora Lila.

-Buenas noches, Alexandra. Dios me la bendiga.

Camino al ascensor mientras la oigo tararear una canción y también deseo que mi esposo me viniera a buscar. Pero no tengo esposo. Ni vale la pena que me busquen.

Pongo la llave magnética para presionar el botón de estacionamiento y empiezo a descender. 

De alguna manera, la canción que tarareaba tiene un recuerdo que me agarra con dulzura. Es "Bésame Mucho" y recuerdo que fue la primera canción que baile con mi padre, parada encima de sus pies.

La bailé también en un evento de caridad con un chico lleno de acné y dos pies izquierdos. Tenía 15.

La última vez fue en mi matrimonio a los 24. Era joven, entusiasta y creía que si tenía alguien a mi lado todo iba a ser un éxito. Sus ojos azules me hablaban al alma y me decían que nunca me iban a abandonar.  Ni siquiera se inmutaron cuando firmaron el contrato de divorcio. O cuando les pedí que se quedarán, tantas veces. Que podía cambiar.

Tengo ahora 28 y lo recuerdo todo como si acabase de pasar. Y que no puedo cambiar. 
28 años y no he hecho más que trabajar desde los 25. Sin amigos, sin pareja a la que recurrir, y mi padre (mi único apoyo) se murió hace tres meses. Me deja sola, y sus últimas palabras fueron que necesitaba ser más feliz. Ni siquiera estuve cuando las dijo, y aunque sea la enfermera tenía buena memoria. Egoístamente, pienso que debí haber muerto yo y que alguien cargase con mi peso por una vez.

Ni siquiera sé para quién trabajo, y tampoco tengo el valor de suicidarme. O al menos no le veo el sentido por si la muerte es peor.

Sé que sueno cínica, pero tengo mis razones. No hay miseria como aquella de la que nadie sabe.
Y ya no puedo contenerme y me derrumbó a lágrimas en el elevador. No queda un alma en el edificio y bajo directo. Siempre es buena decisión usar maquillaje impermeable, decía mi tía. 

Me sorbo la nariz, me quito las lágrimas con mi manga izquierda y la puerta se abre en el estacionamiento. Me aferro a mi pequeña navaja en el bolsillo derecho del pantalón, aunque sé que no duraría ni un minuto forcejeando. Entró al auto y pienso que no quiero dormir aún. Solo quiero sumergirme en mi miseria, un poco más.

El motor ruge con la llave y me siento más intranquila a cada momento. Cometo un error.

Perdón señora Lila. Necesito esto.

///////

Nico estaba algo amargado.

Había caminado 10 cuadras y la verdad es que su rabia no había bajado por dormirse y dejarse de esa mujer. Era más profesional que eso y lo sabía. ¿Cansancio? ¿Un colega se salva de una viga en llamas al hacer una limpieza en un bar y él se queda dormido? ¿Qué dirían en la organización?

Revisa su celular. La aplicación de la policía no presenta anomalías en la zona del contrato. Parece que a nadie le importa, y menos a quién quería derribar la puerta. A lo mejor le hizo un favor. 

Se detuvo frente a una vidriera y miró a su reflejo. Tenía ojeras, y sus ojos estaban un poco inyectados. Su piel estaba pálida y su cabello revuelto. Se veía como basura.

No ayudó mucho que le cayera una gota en el ojo. Genial.

Corrió buscando algún local abierto en la tempestad por cinco minutos. Las luces de los semáforos parpadeaban en la penumbra, y sus zapatos en los charcos quebraban los silencios de la calle.

Nico se detuvo en seco (mojado) un momento.

Unas luces llegaban de un portal que leía "Laberinto, Bar" le llamo la atención el nombre y se dijo que al menos entraría en calor con un whisky. Tocó la puerta y un hombre entrado en años apareció. 

"¿Qué busca, forastero?" dijo el viejo. Nico se quedó algo confundido pero respondió a tiempo.

“Solo busco entrar en calor." 

"Ha venido al lugar correcto. Pero es noche popular y la entrada cuesta un poco más." 

Nico le pago sin problemas y entró. Era un lugar de luces bajadas de tono y conversaciones susurradas. Se escuchaba el jazz por unos altavoces en las paredes de madera. Nico estaba encantado y el viejo lo notó.  

"Es usted un hombre calmo." 

Nico se sienta en la barra y el hombre le sirve un whisky de marca como lo pidió. Doble. "Para los amantes de buenas bebidas y caras amigables, la primera es gratis." dice. Nico se apoya en la barra y el ardor entra en su garganta agusto. Su alma se asienta un poco.

Se permite mirar por el bar, y ve series de parejas, gente bebiendo sola y solo un grupo numeroso de jóvenes que hablan un poco fuerte para el lugar, pero están en una mesa lejana. El viejo es un sabio zorro. 

Pero la puerta se abre otra vez. Y Nico la ve por primera vez.

////////

— ¿Qué busca, forastera? — un anciano abre la puerta como si fuera un cuento Disney. No me da tiempo.

—¿Eh? 

Me cierra en la cara. Tocó de nuevo y vuelve con la misma pregunta.

—Me busco a mí misma en un vaso de cristal. — Toma eso, anciano de cuento.

—No se encontrará jamás. Pero aquí puede intentarlo. 

Le pago la entrada y me hace una seña a la barra. Mis tacones en el suelo de madera y tomó un banquillo para sentarme. Al final, veo que no soy la única en la barra. 

—¿En qué desea ahogar sus penas? —dice el anciano. Mierda, ni siquiera sé que tomar. 

—¿Qué recomienda usted? 

—Discúlpeme si me excedo, pero las almas solitarias como las de usted parecen adaptarse más al whisky. Ya lo comprobé.

El viejo apunta al hombre del final de la barra con un vaso de whisky. Por su expresión, lo está disfrutando. Tomo asiento y miro al anciano llenando el vaso de whisky, en menos de un minuto me lo hace doble y me guiña el ojo con una sonrisa sorprendentemente adorable. 

Maldita sea, este whisky sí está bueno. Excelente elección, hombre de la chaqueta negra. 

Y como si leyera mis pensamientos, mira en mi dirección. Se queda un rato estudiándome para hacer una media sonrisa y decir "Brindo" en silencio. Le respondo su brindo y ambos tomamos. La verdad es que es algo apuesto, pero me imagino que también se sumerge en su miseria. Siento esta extraña vibra de él, como si se ocultase de lo demás y lo dejo ser.
Miró a una de las mesas y hay otro muchacho poniéndome el ojo, por las razones equivocadas. 

Me siento incómoda y aparto la mirada a la ventana llena de lluvia.

En otra vida, había sido fotógrafa. Una toma así de simple no valdría nada, pero para mi las memorias de ventanas son lo más mágico que existe. Cómo podemos ver la vida más allá del marco, ver cómo en los pabellones de maternidad, a un mundo que respira constantemente, llora y hasta tiembla de terror por lo que le hagan.

Huelo mi bebida, y me la tomo hasta terminarla. Alexandra through the looking glass.

Alguien toca mi hombro, y presiento ya una conversación hipócrita de lo bella que soy me espera. Suspiro disimuladamente antes de voltearme.

Suenan los hielos del whisky. Y su mirada parece genuinamente interesada en la ventana. No se ve más viejo que yo y... ¿es que acaso está nervioso? El hielo tiembla un poco más de la cuenta. Oculta algo. Pero...

—Mi abuela... solía decir que puedes saber cómo es una persona por su actitud respecto a la lluvia. 

—¿Y cómo funciona? - se la juego un momento a ver qué pasa.

—Si les gusta, valen la pena. Si no...bueno, esa parte la dejaba así.

Sonrío y cuando tomo el vaso, veo que su chaqueta está rasgada en los antebrazos. Pero siento que no es momento de preguntar. Observo el asiento a mi lado y él coge la indirecta correctamente. Pero su cuello está tenso.

—¿Piensas que valgo la pena? — le comento.

—Pienso que necesitaré mucha suerte. —responde, y sus ojos marrones parecen brillar un poco al mirarme por fin— Pero al final, tengo una corazonada de que todo saldrá bien.



miércoles, 5 de octubre de 2016

Réquiem para ser olvidado

Contamos una historia
a traves del tacto de tu piel y la mía
una que va más alla de la comprensión.

Solamente figuras desdibujadas,
una luz que se difumina como el humo de una llamarada, 
cenizas que vuelan con nuestras lágrimas. 

La lluvia que cae hacía arriba, 
las leyes perdidas de la física.

Un campo magnético que se forma,
al cual nos entretiene llamar destino, 
una idea muerta, sin nacer.

Nuestro conflicto eterno sin sentido,
un cielo nublado que no conoce la luz, 
más sí el sonido del rugido de un trueno.

Las hojas ensangrentadas de ayer, hoy y mañana.
Las conciencias tan desconocidas entre sí,
tan ignorantes de qué es lo que tienen que proteger.

Un destello eléctrico,
un clic en la absoluta oscuridad,
tu mano tocando la mía,
tratando de sacarnos a ambos de este abismo interminable,
que nos hunde más con cada uno de sus respiros.

Por qué luchar,
por qué morir,
por qué vivir por algo que nunca lograremos alcanzar.

Ni en el jamás de los jamáses,
ni en la luz más enceguecedora,
ni en el túnel más negro, 
solo nuestra mano agarrando un pedazo más grande del vacío.

Hay otras historias,
sobre corazones perdidos en las profundidades del mar,
una memoria atrapada en un "continuará" abandonado,
flores ciegas que velan por un tacto 
y sentir...

El más mínimo susurro tuyo.

La respiración cálida de alguien más sobre tu cuello.

Veo tu sonrisa en el delirio de mis más febriles sueños.

En el reflejo de mis espejos internos.

Esperando una fantasía. 

Nado en el océano de la oscuridad.

Y en la orilla resuena una piedra con tu nombre. 

Y no sé si yo la debía encontrar.

Pero mientras vibra en mi mano, no me queda nada más qué decirnos.