jueves, 7 de mayo de 2015

Transeúnte (O Botellas de Alquitrán IV)

Me siento letal, en el borde del frenesí. 

Yendo de lugar a otro puedo ver como mi alter ego real y que nunca muestro a nadie cae en una cárcel de mi propia mente. Queda rezagado a las obligaciones y se va escondiendo en la oscuridad, esperando.

En un lugar atestado, pienso en cómo es posible que todos puedan tener las cosas en orden. Y un poco después me doy cuenta que puede que ellos estén pensando lo mismo. 

En un lugar atestado de gente, me pregunto como es posible que yo me sienta solo. 

Mi mar de pensamientos se vuelve un tsunami. Mis ráfagas de viento se vuelven huracanes. Mi llovizna es un diluvio. 

Y entre esos pensamientos estás tú, quienquiera que seas. La sombra a mi espalda. El nombre que susurra mi respiración. La misma presencia en mí ser que prefiero no reconocer. 

Con aspecto dudoso, sigo adelante sin parar. Buscando mejorar. Buscando un momento. Buscándote a ti. Y esperanza no me falta. 

Pero me empiezo a cansar de esperar. Y las olas de la vida me ahogan y me abruman. Y solo puedo seguir andando. 

A veces quisiera detenerme. Detener al mar infinito. Detener el reloj. Detenerlo todo. 

Solo para acostarme en el suelo y pensar. Pensar en todos los caminos. Pensar en todos los yo que pudieron decir o hacer algo diferente. Pensar en todas las veces que he tenido que seguir la corriente. Pensando en mi sur, mi ahora y mi norte. Pensar en todos aquellos que toman forma en mis huracanes y mis tsunami. Pensar en todo este caos y encontrarle un sentido. 

Y ahora, mientras escribo esto me doy cuenta que involuntariamente sigo. Amagando los ojos al amanecer. Desperezando mis extremidades. Volviendo a esperarte. Poner mi mejor cara para lo que me viene encima. 

Y aunque mi máscara de sanidad esté por resbalarse, pienso seguir. 

Por los huracanes. Por los tsunamis. Por el caos. Por los desastres que están por venir. 

Porque simplemente soy yo, y nadie más.