Ráfagas de viento. Coletazos del mundo, juegan con nosotros,
se llevan fantasías volubles, encapsuladas en un globo. Adheridas a un cometa
de papel.
Pavimento. Depósito de huellas del paso del tiempo. Ha visto
tanto, ha visto tan poco. Firme en su lugar, cede al indicado.
Dama de azul. Se mueve a la luz del sol, fugaz, solo un
espejismo. Aparece en la noche entrada, llamada por un cigarrillo. Tiende a
hacer largas las conversaciones.
Noche en las ventanas. Tú que te proyectas en el reflejo del
mar, exhalas suspiros de viento salado. Una mujer te lee, se lee a sí misma.
Luna. Siempre estás allí, nunca te necesito, pero tu
presencia me alegra. No me sigas, no tengo nada interesante que ofrecer.
Obligada a ser testigo del show de títeres humanos.
Camisas blancas. Un lienzo de manchas por llegar, no
esconden nada. Nos vestimos de ti para poner al descubierto nuestras
confidencias.
Líneas telefónicas. Una mala noticia se roza con una buena,
yendo a sentidos contrarios. Amantes que comunican anhelos por este medio, la
paloma mensajera reposa en ellos, satisfecha.
Cielos violetas. La noche se acerca, solo una imagen más de
tu belleza, sol. Tan incierto y tan fugaz, haces tus pinturas con las nubes.
Hermoso.
Café. Líquidos de nuestro reflejo. No sabemos cómo una
sustancia tan amarga nos hace tan eficaces y a gusto. Cuando niños te
repugnamos. Las tendencias desaparecen con el tiempo.
Ráfagas de viento. Ecos fríos que nos hacen recapacitar. A
dónde vamos, quiénes somos. No nos dan la repuesta que queremos. “¿Qué es lo
que buscamos?”
Escritos. Letras que sangran de mis dedos en un teclado
polvoriento. Ideas que se materializan para mí conformidad, pero a la gente
parece gustarle. No lo haría por ellos.
Relámpagos. Ráfagas de viento más potentes. Admirables,
hasta solo tomar su ejemplo resulta honorable. Estos destellos me hacen querer
seguir. Quiero definirme cómo ellos, pero no siendo ellos.
Sueño. Una ilusión, un espejismo, la mirada veloz a un mundo
alterno que queda en el olvido a los veinte minutos. Ya he tenido este antes.
Estrella de la noche. Eclipsada por todas las luces, brillas
sin problema. Podrías estar muerta sin saberlo. Unes a almas cuyo destino no
está escrito en los registros del tiempo.
Ventanas de automóvil. Paisajes que se mueven a un ritmo constante,
colores que danzan y se desvanecen a la distancia. Una gota de lluvia baja por
el vidrio, por mi reflejo.
Dama de azul. Siempre estás ahí cuando tengo un secreto. Te
interesa, te fascina, siempre me dices lo que tengo que oír, así no quiera.
Desapareces sin que lo sepa, nadie se compara a ti.
Agua. Mi gemelo me mira desde el charco, me sonríe. No trama
nada bueno, pero lo ignoro. No me genera curiosidad, lo piso y sigo caminando.
Pastillas. Mitigan mi dolor físico. Atenúan mi sanidad. Son
un respiro de aire fresco en el humo de los escombros.
Edificios. Obras del hombre que se levantan en el vacío. Caerán,
ya lo han hecho. Un día de abajo a arriba.
Serenidad. Entrar a una sala vacía, dejarme caer en el
sillón, me hago pensar. Solo he comenzado. Solo el silencio toma testimonio de
cómo me hace feliz su presencia.
Luz. Qué sería de nosotros sin ti, ahuyentas la muerte.
Artificialmente, siendo blanca, me resultas grotesca. Pero estaré bien.
Luz de neón. Un anuncio viejo brilla en la negrura. Se
proyecta hasta una habitación que ha llevado el vacío de alguien por mucho, le
está empezando a pesar.
Papeles. Se amontonan en pilas blancas no necesarias. A
veces desearía expresarme en un árbol. Dejarnos ser en nuestra forma original.
Desvarío. Palabras sin sentido que derramo sobre una pantalla
en blanco. Algo estoy tratando de esconder, lo sé. ¿Pero qué?
Películas. Rollos inmortales que se aparecen en un muro. Hay
historias en ellos, algunas tan profundas como ridículas. Los aplausos son sus
favoritos.
Inspiración. Apareces cuando no me concentro en ti, miro a
la nada involuntariamente. Siempre me hipnotizas. Déjame en paz.
Lagrimas. Tibias, llenas de dolor existencial. Lo más humano
que existe. No he derramado ni una. La dama de azul le regala una a un niño
desamparado.
Escondites. Todos te buscamos, todos tenemos uno en lo más
profundo de nuestro existir. No nos encuentren, pronto saldremos, pero no
ahora.
Deseo. Carnal, fantástico, material. Si se cumplen, hay que
apreciarlos, porque desaparecen más rápido de lo que podamos soportarlo.
Notas de un piano. El negro que pinta líneas en el blanco,
les gusta sonar en una habitación vacía. Sin nadie que pueda escuchar. Algunos
los descifran.
Mares. Guardan secretos de proporciones bíblicas. El sentido
a la vida misma tal vez, por eso deben de ser tan profundos. Alguien los ocultó
por una razón.
Alcohol. Te buscan para el olvido cuando todos conocen tu
capacidad para hacer recordar. Nos desahogas de nuestros pesares. Pero el
efecto es muy fugaz y dañino.
Tristeza. Apareces más frecuentemente ahora. Me siento a
gusto contigo, aunque se supone que no debería. No me importa, eres más
elegante que cualquier prenda.
Dios. El ser etéreo que puede o no existir. El debate
eterno. Yo solo necesito algo en qué creer, y prefiero no profundizar en un ser
tan complejo, solo existes, estás allí.
Obscuridad. Te amo, me dejas estar solo. No me juzgas, no me
hablas. Solo callas. La carencia de luz y sentido es mi favorita.
Tiempo. Números sin sentido que pasan. Más lentos cuando no
hay nadie, distante primero y luego nada.
Origen. El punto que inicia la traza de vidas que se enredan
en un campo, pero tienen un final. A la cumbre de la montaña. En la superficie
del agua.
Gatos negros. Curiosidad personificada. Tienden a ser tan tediosos
cómo hermoso y misteriosos. Harían un papel de asesino perfecto.
Vacío. En mi pecho, reposa en forma de bala. Debería haber
respuestas, y las hay. Solo que no quiero reconocerlas. Todo a su debido
tiempo.
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Este escrito fue basado en Relámpagos, por Mauricio Montiel Figueiras. [Escrito original.]