domingo, 21 de agosto de 2016

Tuve un sueño una vez. De esos que son una vez cada luna nueva.

Salía de mi hogar, hacia un patio pobremente iluminado.

Y me movía pesado, como si el tiempo fuese muy espeso.

Tenía las llaves del candado de la puerta, sin un destino muy claro.

La penumbra me cernía, pero aún percibía luces amarillas 
en las alturas. 

El árbol al norte de mi casa bailaba con el soplo del viento lunar.

En sus hojas sentí una soledad infinita, que se calaba en una memoria desteñida.

Y ya tenía mis manos en el candado, aún cuestionando el propósito de su llavecita.

Oí el click de su anatomía y empujé el portón hacía la izquierda. 

Me sentía en una isla, que flotaba en la nada de mi muy escondida conciencia.

Donde recuerdo y olvido coexistían. En donde mis manos nunca llegarían a alcanzarlo de nuevo.

Su espectro me rozó. Así como cuando silbaba a las10:30.

Todos sabían quién era. Un corazón, una pega para los meros pedazos que aún permanezcan.

Lo vi caminando en el cuerpo de sus quince, cuarenta, y los cincuenta que desperdició. 

Corrí inútilmente a su encuentro. Queriendo recuperar otro diálogo más. 

Pero no tenía palabras que decirle. No las tuve entonces, nunca las tendré.

Aún así, para cuando llegó al vehículo de las fotografías en el armario, desapareció como polvo a la luz.

Como esa exhalación de mi primer cigarro, como el fósforo que desciende a su final.

Y mi alter ego lógico repetía y repetía:

"Él ya no volverá. Tú fuiste el primero en darte cuenta, y también sabes que esto no es real."

Pero desperté sintiendome en blanco otra vez. Entre mis sábanas y ese intento de frío artificial.

Años después leería a Kundera y hablaría de la lítost. Un ciclón de sentimientos fuertes, que alguna vez guardaste.

Y sentí la lítost en la fuerza con la que cerré mis mandíbulas muchas veces en el pasado.

Manteniendo una cara calmada y desinteresada. Escapando a una vacía realidad.

Quizás lo vuelva a ver en mis sueños, o a los límites de mi mañana. 

Y le diré todas las cosas enterradas en la lítost. 

Y me reiré en la cara de la realidad.

Pero de alguna manera, y siempre me lo dirá.

Que el que perdí fui yo.