Por un momento todo se diluye en
el silbido del viento que muerde la piel con delicadeza.
Por un momento, todo
lo que eres desaparece.
Una manada de nubes cobijan el
cielo con un color gris, destellos de luz hacen fugaces apariciones en ellas.
Las hojas de papel sobrevuelan el
suelo destinadas a nunca existir, jamás leídas. La emoción puesta en ellas se
escurre por la alcantarilla.
Calla.
La calle empieza a apestar a esa
esencia tan familiar. Esa esencia que traspasa las rejas, las ventanas y las
puertas.
Se te olvida qué hora es,
pretendes que tu reloj se ha detenido para no quebrar esos preciados minutos
congelados.
Todo sigue allí, ese ruido, ese
cansancio del día a día, esos monstruos que te acompañan a todos lados y que
solo tú puedes ver.
La noche se acerca.
No quieres decir nada, no tienes
nada pensado qué decir. Serían solo engaños.
Sabes que no has hecho nada para
merecerlo. No has sufrido lo suficiente.
En tu propio infierno de
preocupaciones te consumes todo el tiempo. Pero esta es tu bombilla parpadeante,
tu estrella fugaz.
No pienses. Déjate llevar.
Fluyes como una partícula de agua
en un río de tranquilidad. Solo hay movimiento del silencio.
No quieres abrir los ojos, solo
quieres estar enterrado en la cálida obscuridad.
Las gotas empiezan a caer sobre
ti, las nubes se tornan de un color marrón en contraste con el negro cielo.
Sólo sostenme.
Eres el olvido. Y ella también.
Son insignificantes.
Su gesto solo tiene sentimiento.
Se desarman estando de pie. Se disuelven estando de una sola pieza.
El olor de su cabello te
embelesa, te hace desear sólo la eternidad.
Sólo…
El mundo se podría estar
incendiando mientras no miras. Mientras no sientes.
Solo hay negrura a tu alrededor.
Solo la unión de dos almas es lo único que permanece.
Las pesadillas se desprenden de
las paredes y se ciernen sobre ustedes.
La tormenta abre su boca para
engullirlos.
Pero en ese lapso nada importa.
El mundo no parece tan aterrador
ahora.
…sólo abrázame.